Enero, 2025
Isha Foundation, Coimbatore.
Noviembre 2024.
Después de 9 horas en tren desde Varkala a Coimbatore, todavía me tomó una hora más en llegar al ashram desde la estación.
En total 12 horas desde el punto de partida al punto de llegada. Viajaba sola, sin demasiada planificación, con un ángel de la guarda y una herramienta imprescindible: un teléfono con internet.
Había comprado el billete de tren dos días antes que por poco no lo consigo (pero lo que está pa tí está pa tí). Agradezco la ayuda y amabilidad que tuve tanto para conseguir el billete, así como para ubicarme en la estación y sentirme segura en mi viaje a las personas locales, ya que era mi primera vez viajando en tren y todo me resultaba caótico y abrumador.
Iba en el taxi en modo espectadora del caos organizado del tráfico. Las personas, los templos, los comercios, el contraste de las arquitecturas. Le pido al conductor que de camino se detenga a comprar mithai unos dulces típicos hechos a base de leche, azúcar, especias y harina. No solo te da un subidón de azúcar sino que son toda una obra de arte, cada dulce con su forma, su color y textura.
La noche cayó ya en las afueras de la ciudad, todo era muy oscuro, iba en un taxi con un desconocido compartiendo dulces y de repente: luces, mucha gente caminando, muros muy altos y una cobra enorme tallada, por fin llegamos.
Era una mezcla de cansancio y de ¡no puedo creer que estoy aquí!
En noviembre de 2023 terminé los seis pasos del programa de ingeniería interior online ofrecido por Sadhguru, iniciándome en shambhavi mahamudra kriya, mira esto: justo en el mismo día un año antes en el que estaba llegando al ashram (de esto me di cuenta tiempo después)
Jamás imaginé los cambios que empezarían a darse por estar en ese lugar, sin expectativas, realmente sin buscar nada en concreto,
sin saber que se me abriría el camino a una certeza que siempre tuve y que debía confiar más en mi intuición.
En la oscuridad de la noche no podía ver las montañas que me rodeaban pero podía sentirlas, sabía que estaban ahí las montañas de Velliangiri, uno de los lugares más sagrados de la India por la energía que desprende.
Sobreestimulada de toda la información que disfrutaban mis sentidos, veía como la mayoría de la gente andaba descalza así que con toda la felicidad hice lo mismo y caminé así el resto de los días que ahí estuve.
Aún desubicada logré llegar al último servicio de cena y en medio de la multitud entré al Bhiksha Hall, un pabellón enorme que alimenta a miles de personas cada día. Admirada con la devoción que ahí se respira y con los pelos en punta escuchando de fondo la voz de Sadhguru entonando Brahmananda Swaroopa.
Cuando por fin me siento con mi plato de comida servido, cierro los ojos para dar las gracias y simplemente me empiezan a salir las lágrimas. Tenía el corazón desbordado de una enorme gratitud por todo ese día, el año, la vida hasta llegar a ese momento. Disfruté de cada bocado, cada textura, cada sabor, cada especie de ese plato. Pasé el resto de los días comiendo nada más que con la mano y fui tan feliz.
En la mañana siguiente sin sueño y con ansias de explorar todo, tal cual niña chica, viví cada paso de los treinta minutos de camino hasta Adiyogui. En el camino te acompañan los cantos Vairagya, los devotos, los toros, las montañas, las palmeras, los campos de arroz.
Hay cosas que experimenté tan sutil y puramente en esos seis días
que no encuentro palabras para expresarlas.
Quizás en otro momento o quizás nunca.
Dentro del ashram no es permitido tomar fotos ni videos por lo que solo puedo describir con delicadeza el enorme estanque lleno de flores de loto que se abren con la luz del sol y se cierran al anochecer. La enorme estatua de Nandi en la puerta de entrada a los templos, símbolo de la eterna espera, te recuerda que al entrar allí “simplemente entra y siéntate” sin esperar nada.
Los toros pasean con sus enormes cuernos decorados con flores de hibisco y la frente dibujada con kumkuma. El olor a jazmín y a incienso cerca de los templos y cuando pasas cerca de los theerthakunds puedes escuchar el poder del agua (bañarse ahí ha sido una experiencia que no puedo describir). Los pavos reales libres en los jardines, las vacas en los establos, los rangolis diseñados en el piso y las diferentes nacionalidades compartiendo un mismo sentimiento: devoción.
Todo es impresionante, majestuoso y digno del más profundo respeto a todos los voluntarios,
trabajadores y sanyasis que dedican su vida a cuidar el centro.
Con gratitud
Vero.