Enero, 2025
Otra vez al borde del precipicio.
Empiezo a creer que me gusta sentir el vértigo.
El miedo antes de saltar al vacío puede ser adictivo.
Ese grito que das cuando saltas es una liberación.
La libertad de ser quien quieres ser.
Lo he hecho antes, en unas me empujaron
y en otras fui yo que decidió saltar.
El crecimiento es una constante transformación.
Retirar capa tras capa.
Deshilachar hilo por hilo.
Trascendiendo.
Un día random, caí en cuenta de que todo lo que venía nutriéndome para crecer y evolucionar ya no me sustentaba más.
Entré en llanto.
Sensación de duelo.
Una tristeza profunda por querer dejar atrás una etapa de mi vida tan bonita.
Una culpabilidad por sentirme merecedora de otra cosa.
Escucho por ahí que todos llegamos a ese punto.
Un punto en que no hay conexión entre tu vida actual y tu propósito.
Cuando algo cumple su función deja de ser útil.
Escucho también que no todos se atreven a dar el paso.
Y sí, confieso que es abrumador darse cuenta que todo lo que amas y disfrutas te sabe a poco y te sienta pequeño, que quieres más, quieres otros estímulos y esa adrenalina del salto al vacío.
A mi Ser le urge una necesidad de expansión, de algo más,
todavía no sé qué es, ni cómo lo voy a hacer.
He llorado.
He sentido miedo por lo desconocido.
He sentido resistencia por dejar ir una parte de mi identidad.
Y sin embargo, he decidido asomarme al precipicio con los ojos cerrados, respirar profundo y dejarme caer.
Y no, no se puede ser valiente sin primero sentir miedo.
Vero.